En terapia suelo preguntar ¿Que crees que es autoestima?, como respuesta surgen varios pensamientos y definiciones personales.
La autoestima es el valor que nos damos a nosotros mismos, el concepto que tenemos y creemos. En otras palabras, la autoestima es la suma de la confianza y el respeto por uno mismo, los cuales influyen de manera positiva o negativa a nuestra vida. Es ese juicio fundamental que hacemos sobre nuestra propia valía, una evaluación constante que no solo afecta cómo nos sentimos, sino cómo actuamos y reaccionamos ante la vida.
Para tener una autoestima saludable es indispensable aceptarnos tal y como somos.
Con frecuencia nos vemos afectados por críticas y comentarios, sin embargo, ninguna crítica es más importante que la que tengamos hacia nosotros mismos. En algun momento podemos pensar que no debemos enfocarnos en nosotros y pensar que hacerlo es un acto de vanidad o egoismo, pero la palabra del Señor nos dice en Marcos 12:30-31: "Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas. El segundo es este: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. No hay mandamiento mayor que estos."
Este texto es el cimiento de una vida plena y espiritualmente rica. A menudo, en la prisa y las exigencias del día a día, pasamos por alto una pieza crucial de este gran mandamiento: el amor a uno mismo.
Amor propio versus egoismo
El Señor mismo, en su infinita sabiduría, nos presenta una secuencia vital: el amor a nuestro prójimo está intrínsecamente ligado a cómo nos amamos a nosotros mismos. Esto no es una sugerencia, sino una instrucción fundamental. Para poder extender un amor genuino, completo y desinteresado hacia los demás, debemos primero haber cultivado ese mismo amor dentro de nosotros. No podemos dar lo que no tenemos.
Pensar que el amor propio es egoísmo es un error común. Lejos de ser un acto de orgullo, amarse a uno mismo es, de hecho, una extensión directa de amar a Dios. Si amamos y honramos a nuestro Creador, ¿cómo podríamos despreciar o descuidar una de sus creaciones más preciosas y complejas: nuestra propia persona? Amar lo que Él creó, incluyéndonos a nosotros mismos, es una forma de honrar Su obra y Su amor por nosotros.
Entonces ¿Cómo puedo amarme a mí mismo?
El paso principal es aceptarse a uno mismo y podemos decir entonces que, las personas con pensamiento y autoestima saludable eligen aceptarse a sí mismos, incondicionalmente, con sus virtudes y sus defectos. Dejan de medirse por sus logros, compararse con los demás y culparse por sus errores. Cuando decidimos aceptarnos podemos tener una valoración sana de nosotros mismos y por ende una autoestima saludable. La autoestima se basa en las creencias, experiencias y relaciones que una persona ha tenido a lo largo de su vida, la crianza y los primos años de vida son significativos. Cuando nos preguntamos sobre el valor que tenemos es inevitable no hacer una autoevaluación e identificar características, habilidades y virtudes. A menudo es mucho más fácil identificar cosas negativas que las positivas, si esto sucede posiblemente nuestra autoestima no es saludable.
Una autoestima baja o dañada distorsiona la percepción que tenemos de nosotros mismos, magnificando nuestros defectos y minimizando nuestros logros. Nos convierte en nuestros críticos más severos, impidiéndonos aceptar cumplidos y llevándonos a interpretar cualquier revés como una confirmación de nuestra insuficiencia. Este ciclo de auto-crítica y subestimación puede ser paralizante, afectando directamente nuestras decisiones, la calidad de nuestras relaciones y nuestra capacidad para perseguir nuestros sueños. Es probable además, que experimentemos dificultad para establecer límites, dependencia emocional y necesidad de aprobación. Es crucial entender que esta tendencia a enfocarnos en lo negativo no es un reflejo de nuestra valía real, sino un síntoma de una autoestima que necesita ser nutrida y fortalecida.
Para tener una autoestima saludable, es indispensable aceptarnos tal y como somos. Esta aceptación profunda no es un acto de resignación, sino un pilar que nos permite ser plenamente conscientes de nuestras capacidades y limitaciones. Con esta claridad, podemos entonces enfrentarnos a los desafíos de la vida con una perspectiva realista y constructiva, sabiendo dónde podemos esforzarnos y dónde necesitamos buscar apoyo.
En algún momento, podemos sentir que no tenemos ningún valor o que lo hemos olvidado, pero la palabra del Señor en 1 Corintios 6:20 nos ofrece una verdad inquebrantable: "Porque habéis sido comprados por precio; glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios." Este versículo es un recordatorio poderoso del inmenso valor que tenemos en Cristo. Nuestro valor no se basa en lo que hacemos o poseemos, sino en el precio que ya fue pagado por nosotros. Reconocer este amor incondicional es el primer paso para amarnos a nosotros mismos, entendiendo que nuestra vida está destinada a honrar y glorificar al Señor, y que para lograrlo, a veces, necesitamos reconocer que necesitamos ayuda.